Sunday, October 08, 2006

Y TODO COMENZÓ... BAILANDO...

Como siempre, vino y se fue... la maldita depresión.

Mis días son laaaargos en Cali. No trabajo. Veo toooda la televisión nítida (mi miopía se estancará) y en exceso. Me estoy desatrasando fuertemente en los dos años que no tuve cable (o "parabólica", como dicen en este pueblo). Sony, E!, Warner, A&E y People and Arts son, again, mis mejores amigos.

Regresé al pasado. Y no sé cómo me siento. Soy feliz cuando lo tengo, pero también cuando no. Y ésa no es mi manera de querer. Sé que no está bien, pero mi felicidad se basa en tener a la persona cerca: a mi lado, enfrente, arriba, abajo... pero ahora no es tan así. Creo que después de tanto tiempo con largas relaciones, "quiero vacilar na' má".

Y de eso me he dado cuenta volviendo aquí. En Cali no me siento a hablar y a beber. Aquí también bebo (O B V I O !), pero también (y sobre todo) bailo. Bailo mucho. Bailo hasta que amanece y los pies me quedan hinchados y la piel pegajosa de tanto sudar... bailando. Tintindeo se volvió mi oficina (como alguna vez lo fue Al Patio -q.e.p.d.-) y soy feliz yendo cada ocho días a, literalmente, azotar baldosa. La salsa me encanta. Nunca lo he negado. Pero parece que acabara de conocerla. Y todo lo que se escucha: que merengue, que funk, que reguetón.

De verdad me fascina bailar. Y no me da pena: BAILO DE TODO.

Y creo que toda esa energía se la debo a la rumba. A la verdadera rumba caleña. Porque, como dice esa canción que tanto suena y que no me saco de la cabeza jamás, "sin salsa no hay sabores...".

Ahora me amargo porque debo hacer un puto ensayo para mañana.

Pero el viernes llegará...